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CREPÚSCULO




Buenas, queridos discípulos, bienvenidos de nuevo a este blog casi olvidado de la mano de Dios. Quisiera introducir esta película haciendo alusión a unos pequeños dilemas respecto a los vampiros. A ver, hay hechos que no tienen consistencia científica, primero, dicen que si eres un vampiro y te clavan una estaca de madera en el corazón... pues mueres. Muy bien, que levante la mano de entre el público, aquel humano que haya sobrevivido a que le hayan clavado una estaca de madera en el corazón. Algo más en común con los vampiros. Joder, no soy un vampiro y seguramente me moriría, pero no voy a ser empírico, por ello no quiero comprobarlo. Si alguien lo intenta... que me mande una psicofonía.

Otro dilema que me quita el sueño cada noche es el siguiente: ¿los vampiros ven un tampax usado… como una infusión? De ser así, tener un novio vampiro tiene que ser un coñazo y de los grandes. Imaginad a nuestro querido novio vampiro, en esos días en los que te sientes chof, corriendo por la casa y gritando “¡Noooo! ¡No lo tires!”.

Pero pasemos al meollo en cuestión, los vampiros en el cine. Cuando hablo de nuestros queridos chupasangres en la gran pantalla se me viene a la cabeza tres personajes: el mítico Drácula con cejas a lo Jose Luis Rodríguez Zapatero, encarnado por Bella Lugosi; la imponente Kate Beckinsale cazando hombres-lobo en la trilogía de Underworld; y en último lugar, a nuestro vampiro de color con gafas pastilleras y una katana en la espalda que se dedicaba a… matar vampiros en Blade, cosas de la vida.

Cuando me dijeron de ver Crepúsculo, no esperaba mucho de ella, pero sin alejar de mi mente los colmillos sobresaliendo por el labio inferior o las orejas puntiagudas. El film comienza a lo High School Musical con la típica pardilla (Bella) que no la quieren ni en su casa y que sigue el plan de ser una underground alternativa sin vida social inducida por su propio mundo interior de penas y desgracias, es decir, rozando los límites del autismo. Como buena pringaílla o “niña rara del copón bendito”, rápidamente encuentra más amigos raros a los que unirse.

A nuestra extraña protagonista le llama la atención un grupo de personajes casi albinos que es el conjunto de personas más populares del instituto, es decir, los Cullens. Son “los guays”.

Mientras tanto, los argumentos que estructuran la idea de que a Bella no la quieren ni en su casa toman fuerza. La madre del personaje está en el quinto pino con un tío, el padre le regala un trasto con forma de camioneta y una posibilidad de accidente mortal superior al 98.2 %, tiene unos amigos indios (a lo que llamo cariñosamente “farrus”) que le ignoran… vamos, en otras películas de temática más emo, Bella se hubiera suicidado hace tiempo o de ser una película española, Bella ya se hubiera cambiado de sexo y se hubiera dado a las drogas.

Pero vamos a fijarnos en la figura de los Cullens. Esta familia formada por vampiros, intenta llevar una vida normal en apariencia de los humanos, por eso son vegetarianos, cazan animales “a bocaos” por el bosque (anda, como en mi barrio), juegan al béisbol los días de tormenta, cuando huelen una gota de sangre se desenfrenan llegando incluso al orgasmo mental… vamos, de lo más normal y campechana esta nuestra familia.

Uno de los miembros de este grupo que destaca es el padre, que es médico de humanos. Por un momento, cerrad los ojos y pensad en la situación del dilema de este vampiro a la hora de hacer una transfusión de sangre: “un sorbito para ti, dos para mí, un sorbito para ti, dos para mí…”.

Pero centrémonos de nuevo en Bella, que se enamora perdidamente de uno de los hijos adoptivos del matasanos chupasangre, aquí encontramos a Edward Cullen, para los amigos Edu, que casualmente también se enamora de Bella. Pero Eduardito tiene un problema, se ha enamorado de un humano, es decir, algo comestible. Para que lo entendáis, es como si yo estuviera saliendo con un filete empanado (este último adjetivo es aplicable a Bella). ¿Relación imposible vampiros-humanos? Que original.

Pues nuestra humana de mente ralentizada (la mujer… es que es cortita) y nuestro vampiro peinado a lo Cameron Díaz en “Algo Pasa con Mary” empiezan a salir, corren por el bosque, saltan por los árboles, arrancan raíces, escalan ramas… Bella, macho, te estas liando con Tarzán.

Un momento que dice mucho sobre el funcionamiento de la mente de nuestra querida protagonista es cuando van los dos en el coche y, por accidente, Bella roza la mano de Edu, la tiene congelada (la mano) y nuestra querida amiga piensa que el que conduce puede ser un vampiro. Una persona normal pensaría en comprarle unos guantes o poner la calefacción del coche. Las cosas de esta nuestra Bella.

Un aspecto que podría mantener en vilo al espectador es el dato de que Edu, cuando se expone a la luz solar, se puede transformar. Llegado el momento, se pone a tomar el sol y el público esperamos un monstruo al estilo de lo que estamos acostumbrados, al menos, que le salga dientes… pues no, le empiezan a salir diamantitos por la piel que acaba pareciendo una de las burbujas de Freixenet en vaqueros.

A todo este “argumento” debemos añadir que aparecen tres vampiros, fuera del clan Cullen, que se dedican a matar humanos. Que malos, y raros, son. En este trío encontramos a… a… bueno, no me sé lo nombres, así que los llamaré “El Coletas”, “El Morodo” (o “Bob Marley”, depende del punto de vista) y otra.

Pues “El Coletas” le da por perseguir a Bella para comérsela (no es un recurso literario). Empiezan los Cullens a correr, a perseguir al Coletas, a defender a Bella, a rozarse por los árboles… pero se despistan un momento, Bella se les escapa, busca al Coletas y empiezan las broncas. Que si Bella se pelea con el Coletas, que si llega Edu y se pelea con el Coletas, que si llega medio clan de los Cullen, arrancan la cabeza al Coletas y le meten fuego… Eso si que es una reunión familiar.

Bella, que ha sido mordida previamente por el Coletas, le entra un chungo epiléptico malo maligno de la muerte y nuestro amigo Edu le da un chupetón para quitarle el veneno.

Al final, a Bella le escayolan una pierna y Edu le da un beso en el cuello. FIN.

Moraleja: ya ni los vampiros son lo que eran.

PD: En la siguiente película de esta saga, los “farrus” son hombres-lobo, pero tranquilos, hombres-lobo depilados.

LA MOMIA 3






Esta tercera entrega de esta saga narra como el niño que aparecía en la anterior secuela le ha afectado el tiempo, al contrario que a su padre, que sigue igual. No podemos decir lo mismo de la madre, que como recorte de presupuesto, las arrugas le han modificado tanto el rostro que ni siquiera es la misma actriz que en las otras dos películas. Empezamos bien.
Pues esta tercera parte, dejan tranquilas a las momias del antiguo Egipto para buscar una momia en mitad de China. Esta momia era de un chinorri guerrero malo de cojones que tenia poderes para dominar fuego, hielo, agua, madera... además era un campeón en artes marciales. Lo que diría mi abuela, un chico completito y "apañao". Pues nuestro querido malvado chinorri se dedicaba a construir una muralla larga de cojones y complementar la masa con cadáveres de enemigos y demás gente que no tenía que ver con el tema. Una alegría de hombre. En mitad de una guerra, nuestro chinorri sufre un conjuro chungo de la muerte que lo convierte en estatua al igual que su ejercito, quedando cuales jarrones sin geranios durante un ratillo de unos cuantos siglos.
El padre del chiquillo protagonista, es decir, George de la Jungla (no me se el nombre del actor) se pelea con uno, de pronto aparece el ejercito chino... vamos, un follón del copón, obteniendo como resultado el despertar de la momia del Chinorri malo y su enfado.
Como en las anteriores películas, empiezan a viajar por todo el mundo hasta que llegan al Himalaya, donde en un templo son asaltados por los secuaces del Chinorri momia malo. Sin embargo, unos gorilas blancos con cara de mala ostia ayudan a los buenos. Chinorri malo se hace con la suya, pone un diamante en una torre, aparece un rayo de luz, le indica el camino a una cueva, se mete en un jacuzzi y se convierte en inmortal y en ser humano. Chinorri malo se convierte en dragón y se va volando a un castillito que tiene en la sierra.
Chinorri malo despierta a su ejército de jarrones y se enfrenta a George de la Jungla, sin embargo, el lider de los buenos hace un chanchullo mágico con una china y despierta a un ejército de zombis cabreados. Lo mas lógico. Si te ataca un lote de porcelana, invoca a los muertos.
Bueno, George de la Jungla se entera de que solo puede matar a Chinorri malo con una navaja que lleva siempre encima la china del chanchullo mágico. Se la clava a Chinorri malo y este muere. FIN.
Moraleja: cuidado con los jarrones de los chinos.

EL INCIDENTE




Bienvenidos a una película protagonizada por Mark Walberg, aquel actor que la mayoría de público femenino recordará por comenzar su carrera como modelo de ropa interior (a todo esto, ¿por qué me acuerdo yo?); bueno, pues éste encarna al típico científico defensor de la verdad y que se cree toda esa filosofía que se basa en el calentamiento global, la naturaleza nos devolverá la bofetada…
Pues vayamos al grano, la crisis, que tantas veces negó Zapatero, ha llegado hasta Hollywood y queda patente en esta cinta. En este thriller de suspense que debería rozar el género de terror, los personajes se dedican a huir de… el aire. Sí señores, el viento es el peor enemigo que nunca haya visto en una pantalla un espectador, de hecho, no lo verá, es viento.
La cuestión es que cada vez que aparecía la más mínima brisa, a todos los actores que se encontraran en el campo de visión de la cámara le entraban unos deseos irrefrenables de suicidarse. El mismo efecto que produce el visionado continuado de tres capítulos seguidos de “Ana y los siete”.
Bueno, al final Mark, su esposa y una niña, que no me acuerdo lo que le tocaba a la pareja, sobreviven al ataque de Fujitsu. FIN.
Moraleja: mi madre tiene razón, hay que cerrar las ventanas para que no haya corriente.
 
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